DEMOCRATIZACIÓN Y PARTICIPACIÓN
Uno de los cambios más fundamentales del siglo XXI es la profundización gradual de la interconexión con grupos humanos. Esta dinámica continúa operando dentro
de tres ejes políticos, a saber, la democracia, la ciudadanía y la participación política.
A pesar de que la globalización ha intensificado y extendido las relaciones socioeconómicas entre personas más allá de los contornos territoriales, la preferencia por el orden democrático, el ejercicio de la ciudadanía y la participación política continúan siendo imperativos de cualquier orden político. La premisa principal de esta aceptación se basa en el entendimiento de éstos como
bien común, es decir, como un valor que le corresponde a la humanidad y un recurso que la habilita para realizar el libre ejercicio de sus funciones.
De acuerdo a un estudio reciente elaborado por Marshall y Jaggers (2000), desde
fines de los años 70 el número de países democráticos ha aumentado gradualmente, dejando poco a poco los sistemas autoritarios.
Esto no significa que los problemas de la democracia hayan desaparecido. Al contrario, en aquellos países en transición, el reto de institucionalizar la democracia representa una tarea ardua plagada por la amenaza de prácticas antidemocráticas como la exclusión y la discriminación.
Al hablar de democracia nos referimos a la capacidad de un grupo o nación de gobernarse a sí mismo mediante procedimientos que garanticen la participación de los ciudadanos para libremente elegir tanto su forma de gobierno como a los líderes que les representen. Esta idea y práctica está íntimamente conectada con
la presencia de un sentimiento de participación en el quehacer sociopolítico. En este sentido, la participación política ciudadana se refiere al grado en que se involucra el individuo, y de la sociedad en señalar pautas o agendas de acción social y política que afectan sus intereses.
En aquellos casos en que el progreso o avance democrático ha ocurrido, se observa que dos factores que facilitan su desarrollo son el libre ejercicio de la competencia electoral y la participación política ciudadana.
La correspondencia entre el aumento de la democracia parece estar más vinculada con el proceso de liberalización política que generó elecciones que con
el ejercicio participativo de amplios sectores. Esta situación llama la atención sobre la viabilidad a largo plazo de la democracia y de la importancia de consolidar
la misma.
MODALIDADES DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
En un libro reciente, Iris Marion Young (2000) sostiene que no todos los individuos
tenemos inclinaciones de participar en política: “tal vez a alguna gente le gusta dar
discursos, o enfrentarse con quien esté en desacuerdo... Pero la mayoría de la gente prefiere ver televisión, leer poesía o hacer el amor”. La democracia es sólo
un aspecto de nuestras vidas como personas sociales. Sin embargo, como sistema político y sistema de vida, es un método que nos permite disfrutar socialmente de nuestros intereses sin recurrir al uso de la fuerza o la coerción. Y
como Young sostiene, creemos que “el proceso democrático es el mejor medio para cambiar las condiciones de la injusticia y promover la justicia”.
De ahí que sea importante tener presente el hecho de que la participación ciudadana no sólo reside en el voto. Más bien, existen distintas modalidades que
le dan vida y energía a una nación y sociedad. La participación diversa, no sólo a
través del voto, es uno de los ingredientes más importantes de la democracia.
Las formas de participación ciudadana van desde el acto mismo del ciudadano en
ejercer sus derechos, hasta la competencia política por el poder de la nación. No todo ciudadano está interesado en ser presidente pero sabe que, como mínimo, tiene que conocer y ejercer sus derechos y obligaciones.
Estas distinciones y jerarquías son muy importantes y hay que tenerlas presentes
porque también sirven de indicadores del nivel de participación del ciudadano en
sus quehaceres nacionales.
Uno de los cambios más fundamentales del siglo XXI es la profundización gradual de la interconexión con grupos humanos. Esta dinámica continúa operando dentro
de tres ejes políticos, a saber, la democracia, la ciudadanía y la participación política.
A pesar de que la globalización ha intensificado y extendido las relaciones socioeconómicas entre personas más allá de los contornos territoriales, la preferencia por el orden democrático, el ejercicio de la ciudadanía y la participación política continúan siendo imperativos de cualquier orden político. La premisa principal de esta aceptación se basa en el entendimiento de éstos como
bien común, es decir, como un valor que le corresponde a la humanidad y un recurso que la habilita para realizar el libre ejercicio de sus funciones.
De acuerdo a un estudio reciente elaborado por Marshall y Jaggers (2000), desde
fines de los años 70 el número de países democráticos ha aumentado gradualmente, dejando poco a poco los sistemas autoritarios.
Esto no significa que los problemas de la democracia hayan desaparecido. Al contrario, en aquellos países en transición, el reto de institucionalizar la democracia representa una tarea ardua plagada por la amenaza de prácticas antidemocráticas como la exclusión y la discriminación.
Al hablar de democracia nos referimos a la capacidad de un grupo o nación de gobernarse a sí mismo mediante procedimientos que garanticen la participación de los ciudadanos para libremente elegir tanto su forma de gobierno como a los líderes que les representen. Esta idea y práctica está íntimamente conectada con
la presencia de un sentimiento de participación en el quehacer sociopolítico. En este sentido, la participación política ciudadana se refiere al grado en que se involucra el individuo, y de la sociedad en señalar pautas o agendas de acción social y política que afectan sus intereses.
En aquellos casos en que el progreso o avance democrático ha ocurrido, se observa que dos factores que facilitan su desarrollo son el libre ejercicio de la competencia electoral y la participación política ciudadana.
La correspondencia entre el aumento de la democracia parece estar más vinculada con el proceso de liberalización política que generó elecciones que con
el ejercicio participativo de amplios sectores. Esta situación llama la atención sobre la viabilidad a largo plazo de la democracia y de la importancia de consolidar
la misma.
MODALIDADES DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
En un libro reciente, Iris Marion Young (2000) sostiene que no todos los individuos
tenemos inclinaciones de participar en política: “tal vez a alguna gente le gusta dar
discursos, o enfrentarse con quien esté en desacuerdo... Pero la mayoría de la gente prefiere ver televisión, leer poesía o hacer el amor”. La democracia es sólo
un aspecto de nuestras vidas como personas sociales. Sin embargo, como sistema político y sistema de vida, es un método que nos permite disfrutar socialmente de nuestros intereses sin recurrir al uso de la fuerza o la coerción. Y
como Young sostiene, creemos que “el proceso democrático es el mejor medio para cambiar las condiciones de la injusticia y promover la justicia”.
De ahí que sea importante tener presente el hecho de que la participación ciudadana no sólo reside en el voto. Más bien, existen distintas modalidades que
le dan vida y energía a una nación y sociedad. La participación diversa, no sólo a
través del voto, es uno de los ingredientes más importantes de la democracia.
Las formas de participación ciudadana van desde el acto mismo del ciudadano en
ejercer sus derechos, hasta la competencia política por el poder de la nación. No todo ciudadano está interesado en ser presidente pero sabe que, como mínimo, tiene que conocer y ejercer sus derechos y obligaciones.
Estas distinciones y jerarquías son muy importantes y hay que tenerlas presentes
porque también sirven de indicadores del nivel de participación del ciudadano en
sus quehaceres nacionales.